14-XI. La prueba de la verdad
UN CURSO DE MILAGROS
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 14
LAS ENSEÑANZAS EN FAVOR DE LA VERDAD
1. Lo esencial, sin embargo, es que reconozcas que no sabes nada. El conocimiento es poder y todo poder es de Dios. Tú que has tratado de quedarte con el poder para ti sólo lo has "perdido". Todavía lo tienes, pero has interpuesto tantos obstáculos entre él y tu conciencia de él que no puedes utilizarlo. Todo lo que te has enseñado a ti mismo ha hecho que seas cada vez menos consciente de tu poder. No sabes lo que es ni dónde se encuentra. Has hecho un alarde de fuerza y de poder tan lamentable que no ha podido sino fallarte. Pues el poder no es una apariencia de fuerza, y la verdad está más allá de toda apariencia. Aun así, lo único que se interpone entre ti y el poder de Dios que hay en ti, es tu falso aprendizaje, así como todos tus vanos intentos de querer deshacer lo verdadero.
2. Procura estar dispuesto, pues, a que todo esto sea des-hecho y a sentirte feliz de no ser un prisionero de ello eternamente. Pues te has enseñado a ti mismo a aprisionar al Hijo de Dios, lo cual es una lección tan descabellada que sólo un loco, en su delirio más profundo, podía haberla soñado. ¿Cómo iba a poder Dios aprender a no ser Dios? ¿Y sería posible que Su Hijo, a quien Él ha dado todo poder, pudiese aprender a ser impotente? ¿Hay algo de lo que te has enseñado a ti mismo que aún prefirieses conservar en lugar de lo que tienes y eres?
3. La Expiación te enseña cómo escapar para siempre de todo lo que te has enseñado a ti mismo en el pasado, al mostrarte únicamente lo que eres ahora. El aprendizaje tiene lugar antes de que sus efectos se pongan de manifiesto. El aprendizaje, por lo tanto, es algo propio del pasado, pero su influencia determina el presente al darle a éste el significado que tiene para ti. Tu aprendizaje no le aporta al presente significado alguno. Nada que jamás aprendiste te puede ayudar a entender el presente, o enseñarte a deshacer el pasado. Tu pasado es lo que tú te has enseñado a ti mismo. Renuncia a él completamente. No trates de entender ningún acontecimiento, ningún hermano ni ninguna cosa bajo su luz, pues la obscuridad en la que tratarías de ver tan sólo empañaría lo que vieses. No confíes en que la obscuridad pueda jamás iluminar tu entendimiento, pues si lo haces estarás contradiciendo la luz, y, por lo tanto, creerás que puedes ver la obscuridad. La obscuridad, no obstante, no se puede ver, pues no es más que una condición en la que es imposible ver.
4. Tú que aún no has llevado ante la luz que mora en ti toda la tenebrosidad que te has enseñado a ti mismo difícilmente puedes juzgar la verdad o el valor de este curso. Pero Dios no te abandonó. Y así, dispones de otra lección que Él te envía, la cual Aquel a Quien Él se la confió aprendió ya por cada criatura de la luz. Esta lección refulge con la gloria de Dios, pues en ella reside Su poder, que Él gustosamente comparte con Su Hijo. Aprende lo que es Su felicidad, la cual es también la tuya. Mas para alcanzar esto tienes primero que estar dispuesto a llevar todas las lecciones tenebrosas que has aprendido ante la verdad, y depositarlas de buen grado con manos que estén abiertas listas para recibir, y no cerradas para agarrar. Toda lección tenebrosa que lleves ante Aquel que enseña lo que es la luz, Él la aceptará, puesto que tú ya no la deseas. E intercambiará gustosamente cada una de ellas por la luminosa lección que Él ya aprendió por ti. Jamás creas que cualquier lección que hayas aprendido separado de Él tiene significado alguno.
5. Existe una sola prueba - tan infalible como Dios - con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. Si en realidad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la tuya. A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a todos los que te rodean. La ausencia de una paz perfecta sólo significa una cosa: crees que no quieres para el Hijo de Dios lo que su Padre dispuso para él. Toda lección tenebrosa enseña esto en una u otra forma. Y cada lección de luz con la que el Espíritu Santo reemplazará las lecciones tenebrosas que tú no aceptes, te enseñará que tu voluntad dispone lo mismo que la del Padre y la del Hijo.
6. No te preocupes por cómo vas a aprender una lección tan diametralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. ¿Cómo ibas a poder saberlo? Tu papel es muy simple. Sólo tienes que reconocer que ya no deseas lo que has aprendido. Pide nuevas enseñanzas, y no te valgas de tus experiencias para confirmar lo que has aprendido. Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente:
No conozco el significado de nada, incluido esto. No sé, por lo tanto, cómo responder a ello. No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora.
7. Cuando de este modo te niegues a tratar de enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que Dios te ha dado te hablará. Ocupará el lugar que le corresponde en tu conciencia en el momento en que tú lo desocupes y se lo ofrezcas a Él.
8. Tú no puedes ser tu propio guía hacia los milagros, pues fuiste tú el que hizo que fuesen necesarios. Y debido a ello, se te proveyeron los medios con los que puedes contar para que se produzcan los milagros. El Hijo de Dios no puede inventar necesidades que Su Padre no pueda satisfacer sólo con que se dirija a Él levemente. Mas Él no puede forzar a Su Hijo a que se dirija a Él y seguir siendo Él Mismo. Es imposible que Dios pueda perder Su Identidad, ya que si la perdiese, tú perderías la tuya. Y dado que Su Identidad es la tuya, Él no puede cambiar lo que Él es, pues tu Identidad es inmutable. El milagro reconoce la inmutabilidad de Dios al ver a Su Hijo como siempre ha sido, y no como lo que él quiere hacer de sí mismo. El milagro produce efectos que sólo la inocencia puede producir, y así, establece el hecho de que la inocencia es real.
9. Tú que tan aferrado estás a la culpabilidad y tan comprometido a seguir así, ¿cómo ibas a poder establecer por tu cuenta tu inocencia? Eso es imposible. Asegúrate, no obstante, de que estás dispuesto a reconocer que es imposible. Lo único que limita la dirección del Espíritu Santo es que crees que puedes estar a cargo de una pequeña parte de tu vida o que puedes lidiar con ciertos aspectos de ella por tu cuenta. De esta manera, quieres convertir al Espíritu Santo en alguien que no es confiable, y valerte de esta imaginaria inconfiabilidad como una excusa para ocultar de Él ciertas lecciones tenebrosas que has aprendido. Y al así limitar la dirección que deseas aceptar, eres incapaz de depender de los milagros para que resuelvan todos tus problemas.
10. ¿Crees que el Espíritu Santo se negaría a darte lo que quiere que tú des? No tienes ningún problema que Él no pueda resolver ofreciéndote un milagro. Los milagros son para ti. Y todo miedo, dificultad o dolor que tengas ya ha sido des-hecho. Él los ha llevado todos ante la luz, al haberlos aceptado por ti y haber reconocido que nunca existieron. No hay ninguna lección tenebrosa que Él no haya iluminado ya por ti. Las lecciones que quieres enseñarte a ti mismo, Él ya las ha corregido. No existen en Su Mente en absoluto. Pues el pasado no ejerce ningún control sobre Él ni sobre ti. Él no ve él tiempo como lo ves tú. Y cada milagro que te ofrece corrige el uso que haces del tiempo, y lo pone a Su servicio.
11. Aquel que te ha liberado del pasado quiere enseñarte que estás libre de él. Lo único que Él desea es que aceptes Sus logros como tuyos porque los logró para ti. Y por tal razón, son tuyos. Él te ha liberado de lo que fabricaste. Puedes negarle, pero no puedes invocarle en vano. Él siempre da Sus regalos en substitución de los tuyos. Él quiere que Su resplandeciente enseñanza se arraigue con tal firmeza en tu mente que ninguna lección tenebrosa de culpabilidad pueda morar en lo que Él ha santificado con Su Presencia. Dale gracias a Dios de que Él esté ahí y de que obre a través de ti. Pues todas Sus obras son tuyas. Él te ofrece un milagro por cada uno que le dejes obrar a través de ti.
12. Él Hijo de Dios será siempre indivisible. De la misma manera en que somos uno solo en Dios, así también aprendemos cual uno solo en Él. El Maestro de Dios se asemeja tanto a Su Creador como el Hijo al Padre, y, a través de Su Maestro, Dios proclama Su Unicidad y la de Su Hijo. Escucha en silencio, y no le levantes la voz. Pues Él enseña el milagro de la unicidad, y ante Su lección la división desaparece. Enseña como Él aquí, y recordarás que siempre has creado como tu Padre. El milagro de la creación nunca ha cesado, pues lleva impreso sobre si el sello sagrado de la inmortalidad. Esto es lo que la Voluntad de Dios dispone para toda la creación, y toda la creación se une para disponer lo mismo.
13. Aquellos que nunca se olvidan de que no saben nada, y que finalmente están dispuestos a aprenderlo todo, lo aprenderán. Pero mientras confíen en sí mismos, no aprenderán. Pues habrán destruido su motivación de aprender pensando que ya saben. No creas que sabes nada hasta que pases la prueba de la paz perfecta, pues la paz y el entendimiento van de la mano y nunca se les puede encontrar aparte. Cada uno de ellos trae consigo al otro, pues la ley de Dios es que no estén separados. Cada uno es causa y efecto del otro, de forma tal que donde uno de ellos está ausente, el otro no puede estar.
14. Sólo aquellos que reconocen que no pueden saber nada amenos que los efectos del entendimiento estén con ellos, pueden realmente aprender. Para lograrlo tienen que desear la paz, y nada más. Siempre que crees que sabes, la paz se aleja de ti porque has abandonado al Maestro de la paz. Siempre que reconoces que no sabes, la paz retorna a ti, pues has invitado al Espíritu Santo a que retorne, al haber abandonado al ego por Él. No acudas al ego para nada. Eso es lo único que necesitas hacer. El Espíritu Santo, por Su Propia iniciativa, ocupará toda mente que, de esta manera, le haga sitio.
15. Si quieres paz tienes que abandonar al maestro del ataque. El maestro de la paz nunca te abandonará. Tú puedes apartarte de Él, pero Él jamás se apartará de ti, pues la fe que tiene en ti es Su entendimiento. Dicha fe es tan firme como la que tiene en Su Creador, y Él sabe que tener fe en Su Creador incluye necesariamente tener fe en Su creación. En esta consistencia reside Su santidad a la que Él no puede renunciar, pues no es Su Voluntad hacerlo. Teniendo siempre presente tu perfección, Él le da el donde la paz a todo aquel que percibe la necesidad que tiene de ella y que desea alcanzarla. Hazle sitio a la paz, y ésta vendrá. Pues el entendimiento se encuentra en ti, y la paz procede inevitablemente de él.
16. Él poder de Dios, de donde el entendimiento y la paz emanan, es tan tuyo como Suyo. Tú crees que no conoces a Dios únicamente porque, solo, es imposible conocerlo. Mas si contemplas las obras imponentes que Él hará a través de ti, te convencerás de que las hiciste a través de Él. Es imposible negar la Fuente de unos efectos que son tan poderosos que es imposible que procedan de ti. Hazle sitio a Él, y te encontrarás tan lleno de poder que nada podrá prevalecer contra tu paz. Y ésta será la prueba por la que reconocerás que has entendido.