16-VII. El final de las ilusiones
UN CURSO DE MILAGROS
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 16
EL PERDÓN DE LAS ILUSIONES
1. Es imposible abandonar el pasado sin renunciar a la relación especial. Pues la relación especial es un intento de revivir el pasado y alterarlo. Toda imaginada ofensa, todo dolor que todavía se recuerde, así como todas las desilusiones pasadas y las injusticias y privaciones que se percibieron, forman parte de la relación especial, que se convierte en el medio por el que intentas reparar tu herido amor propio. Sin el pasado, ¿de qué base dispondrías para elegir a un compañero especial? Toda elección al respecto se hace por razón de algo "malo" que ocurrió en el pasado a lo que aún te aferras, y por lo que otro tiene que pagar.
2. La relación especial es una venganza contra el pasado. Al tratar de eliminar todo sufrimiento pasado, pasa por alto el presente, pues está obsesionada con el pasado y comprometida totalmente a él. Ninguna relación especial se experimenta en el presente. Sombras del pasado la envuelven y la convierten en lo que es. No tiene ningún significado en el presente, y si no significa nada en el ahora, no significa nada en absoluto. ¿Cómo ibas a poder cambiar el pasado, salvo en fantasías? ¿Y quién te puede dar aquello de lo que según tú se te privó en el pasado? El pasado no es nada. No trates de culparlo por tus privaciones, pues el pasado ya pasó. En realidad es imposible que no puedas desprenderte de lo que ya pasó. Debe ser, por lo tanto, que estás perpetuando la ilusión de que todavía está ahí porque crees que sirve para algún propósito que quieres ver realizado. Y debe ser también que ese propósito no puede realizarse en el presente, sino sólo en el pasado.
3. No subestimes la intensidad del deseo del ego por vengarse del pasado. El ego es absolutamente cruel y completamente demente. Se acuerda de todo lo que hiciste que lo ofendió, e intenta hacer que pagues por ello. Las fantasías que lleva a las relaciones que ha escogido para exteriorizar su odio, son fantasías de tu destrucción. Pues el ego te guarda rencor por el pasado, y si te escapas del pasado se vería privado de consumar la venganza que, según él, tan justamente mereces. Sin embargo, si no te tuviese a ti de aliado de tu propia destrucción, el ego no podría utilizar el pasado contra ti. En la relación especial permites tu propia destrucción. Que eso es demente es obvio. Lo que no es tan obvio es que el presente no te sirve de nada mientras persigas el objetivo del ego como aliado suyo.
4. El pasado ya pasó. No intentes conservarlo en la relación especial que te mantiene encadenado a él, y que quiere enseñarte que la salvación se encuentra en el pasado y que por eso necesitas volver a él para encontrarla. No hay fantasía que no encierre un sueño de represalias por lo ocurrido en el pasado. ¿Que prefieres, exteriorizar ese sueño o abandonarlo?
5. No parece que lo que buscas en la relación especial sea la venganza. Y ni siquiera cuando el odio y la crueldad se asoman fugazmente se quebranta seriamente la ilusión de amor. Sin embargo, lo único que el ego jamás permite que llegue a tu conciencia es que la relación especial es la exteriorización de tu venganza contra ti mismo. ¿Qué otra cosa podría ser? Cuando vas en busca de una relación especial, no buscas la gloria dentro de ti. Has negado que se encuentre en ti, y la relación se convierte en su substituto. La venganza pasa a ser aquello con lo que substituyes la Expiación, y lo que pierdes es poder escaparte de la venganza.
6. Frente a la demente noción que el ego tiene de la salvación, el Espíritu Santo te ofrece dulcemente el instante santo. Hemos dicho antes que el Espíritu Santo tiene que enseñar mediante comparaciones, y que se vale de opuestos para apuntar hacia la verdad. El instante santo es lo opuesto a la creencia fija del ego de que la salvación se logra vengando el pasado. En el instante santo comprende que el pasado ya pasó y que, con su pasar, el impulso de venganza se arrancó de raíz y desapareció. La quietud y la paz del ahora te envuelven con perfecta dulzura. Todo ha desaparecido, excepto la verdad.
7. Puede que por algún tiempo todavía trates de llevar ilusiones al instante santo, obstaculizando así el que seas plenamente consciente de la absoluta diferencia que existe - con respecto a todo - entre tu experiencia de la verdad y tu experiencia de la ilusión. Mas no seguirás tratando de hacer eso por mucho más tiempo. En el instante santo el poder del Espíritu Santo prevalecerá porque te habrás unido a Él. Las ilusiones que cargas contigo debilitarán la experiencia que tienes de Él por algún tiempo, e impedirán que retengas la experiencia en tu mente. Mas el instante santo es eterno, y las ilusiones que tienes acerca del tiempo no impedirán que lo intemporal sea lo que es, ni que lo experimentes tal como es.
8. Lo que Dios te ha dado, te lo dio de verdad, y no podrás sino recibirlo de verdad. Pues los dones de Dios están desprovistos de toda realidad a menos que tú los recibas. Recibirlos consuma Su dación. Tú los recibirás porque Su Voluntad es darlos. Él dio el instante santo para que te fuese dado, y es imposible que no lo recibas, puesto que Él lo dio. Cuando Él dispuso que Su Hijo fuese libre, Su Hijo fue libre. En el instante santo se encuentra Su recordatorio de que Su Hijo será siempre exactamente como fue creado. Y el propósito de todo lo que el Espíritu Santo enseña es recordarte que has recibido lo que Dios te dio.
9. No hay nada por lo que tengas que guardarle rencor a la realidad. Lo único que debes perdonar son las ilusiones que has albergado contra tus hermanos. Su realidad no tiene pasado, y lo único que se puede perdonar son las ilusiones. Dios no le guarda rencor a nadie, pues es incapaz de albergar ningún tipo de ilusión. Libera a tus hermanos de la esclavitud de sus ilusiones, perdonándolos por las ilusiones que percibes en ellos. Así aprenderás que has sido perdonado, pues fuiste tú quien les ofreció ilusiones. En el instante santo esto es lo que se lleva a cabo por ti mientras estés en el tiempo, para de este modo brindarte la verdadera condición del Cielo.
10. Recuerda que siempre eliges entre la verdad y las ilusiones; entre la verdadera Expiación que cura, y la "expiación" del ego que destruye. Todo el poder y Amor de Dios, sin límite alguno, te apoyarán a medida que busques únicamente el papel que te corresponde desempeñar en el plan de Expiación que procede de Su Amor. Sé un aliado de Dios y no del ego en tu búsqueda para descubrir cómo alcanzar la Expiación. Con Su ayuda basta, pues Su Mensajero sabe cómo restituirte el Reino y hacer que todo tu interés en la salvación se centre en tu relación con Él.
11. Busca y encuentra Su mensaje en el instante santo, en el que se perdonan todas las ilusiones. Desde ahí, el milagro se extiende para bendecir a todo el mundo y resolver todo problema, percíbase como grande o pequeño, como que puede ser resuelto o como que no. No hay nada que no ceda ante Él y Su majestad. Unirse en estrecha relación con Él es aceptar todas las relaciones como reales, y gracias a su realidad, abandonar las ilusiones a cambio de la realidad de tu relación con Dios. Alabada sea la relación que tienes con Él y ninguna otra. La verdad reside en ella y no en ninguna otra parte. Eliges esto o nada.
Perdónanos nuestras ilusiones, Padre, y ayúdanos a aceptar nuestra verdadera relación Contigo, en la que no hay ilusiones y en la que jamás puede infiltrarse ninguna. Nuestra santidad es la Tuya.¿Qué puede haber en nosotros que necesite perdón si Tu perdón es perfecto? El sueño del olvido no es más que nuestra renuencia a recordar Tu perdón y Tu amor. No nos dejes caer en la tentación, pues la tentación del Hijo de Dios no es Tu Voluntad. Y déjanos recibir únicamente lo que Tú has dado, y aceptar sólo eso en las mentes que Tú creaste y que amas. Amen.