Ser Pacificadores


Es imposible difundir la paz si no se posee también. Cuando uno está verdaderamente en paz tiene que extenderla a los demás, pues tal es la ley de extensión. Por lo tanto, la manera de convertirnos en pacificadores es estar en paz con nosotros mismos. El foco de interés siempre se basa en qué somos, no en qué hacemos. Sin embargo lo que refuerza la creencia en lo que somos es enseñarlo

Así, el Curso establece como la segunda lección del Espíritu Santo: “Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es”.
Enseñar es aprender,  …y por consiguiente, no existe ninguna diferencia entre el maestro y el alumno… Enseñar es demostrar. … De tu demostración otros aprenden, al igual que tú… No puedes darle nada a otro, ya que únicamente te das a ti mismo, y esto se aprende enseñando *.
Juntos recorremos el camino de la salvación: aprendemos el perdón a medida que lo enseñamos, y al haber sido perdona-dos, continuamos perdonando. 
La paz es el efecto que naturalmente tiene lugar como resultado del perdón.
La oración que popularmente se le atribuye a San Francisco puede muy bien llamarse la oración de los pacificadores:

Señor, Haced de mí un instrumento de vuestra paz:

Que allí donde haya odio, ponga yo amor.

Que allí donde haya ofensa, ponga yo perdón.

Que allí donde haya discordia, ponga yo armonía.

Que allí donde haya error, ponga yo verdad.

Que allí donde haya duda, ponga yo la fe.

Que allí donde haya desesperación, ponga yo esperanza.

Que allí donde haya tinieblas, ponga yo la luz.

Que allí donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Divino Maestro, que no me empeñe tanto en ser consolado, como en consolar; en ser comprendido, como en comprender; en ser amado, como en amar. Pues, dando, se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, y muriendo, se resucita a la Vida Eterna.

El mismo mensaje que les traemos y demostramos a los demás, es lo que necesitamos escuchar y aprender.  *






Texto de Un Curso de Milagros