Los problemas en las relaciones especiales

“A quienes Dios ha unido como uno, el ego no los puede desunir. Por muy oculta que se encuentre en toda relación, la chispa de la santidad no puede sino estar a salvo. *


Cuando el ego “rompe” una relación, ha triunfado en tender un señuelo o cortina de humo que nos hace creer que la culpa está en el prójimo, en la relación o en cualquier otro lugar o circunstancia, excepto en nosotros mismos. De ese modo se “protege” el propio problema básico de culpabilidad al proyectarlo sobre la relación. Esto conduce a la creencia mágica de que al terminar con la relación (bien sea a través del divorcio o de otro medio), uno ha puesto fin al problema.

Es la razón por la que en numerosas ocasiones la gente pasa de una relación a otra, siempre en busca de la “relación perfecta” que esperan terminará con sus problemas. Cuando se busca la paz y la felicidad en alguien, nunca se llega a reconocer que la única esperanza de paz radica en Dios.

Por otro lado, también podemos proteger la culpa al permanecer en una relación que el Espíritu Santo quisiera que abandonásemos, “disfrutando” de manera masoquista siendo la víctima inocente, o haciéndose el santurrón creyendo que semejante dolor es el sacrificio que Dios exige para la propia salvación.

Cualquiera que sea el camino escogido por el ego, se niega el propósito del Espíritu Santo y es en la negación donde se encuentra la culpa, no en la forma específica que se elige para el propósito del ego.

A pesar de la forma de resolución del ego por la culpa, no es un pecado que deba castigarse sino un error que se debe corregir a través del perdón que procede del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ve en la pareja la ayuda para aprender la verdad del Amor de Dios, pero si esta vez somos incapaces de aprender la lección, nos suministrará otras oportunidades hasta que finalmente aprendamos lo que Dios nos ha asegurado que aprenderemos.
De modo que, cualquier culpabilidad que no se deshaga en una relación, se repetirá, este es el autentico mensaje de las enseñanzas de Jesús sobre el divorcio o la separación.
Los problemas en las relaciones, por lo tanto, siempre son proyecciones de los problemas de culpa dentro de cada uno de los individuos involucrados
En lugar de ver la culpa interior, las parejas eligen verla en cada cual.

La duplicidad inconsciente de estas maquinaciones impide que ocurra cualquier curación verdadera. El deseo de terminar una relación que se ha tornado tensa puede ser a veces una tentación de no aprender las lecciones de deshacimiento de culpa que el Espíritu Santo ha suministrado.

El miedo a la paz que el perdón trae consigo es demasiado grande, y nos parece que no tenemos otro recurso excepto seguir al ego y buscar repetidamente la comodidad en las relaciones especiales.

Sin embargo, esto no significa necesariamente,  que todas las relaciones deben ser inquebrantables en su forma. Una relación puede caer dentro de la segunda categoría que analizamos antes: “una relación más prolongada en la que, por algún tiempo, dos personas se embarcan en una situación de enseñanza-aprendizaje bastante intensa, y luego parecen separarse* De ese modo, dos personas, de momento pueden haber logrado, todo lo que les correspondía aprender y enseñar, o pueden decidir no ir más lejos en el aprendizaje, sólo para completarlo más tarde. Así pues, el matrimonio puede terminar en divorcio, los compañeros de colegio pueden separarse después de la graduación, etc. No nos corresponde a nosotros juzgar estas situaciones.

El Espíritu Santo no evalúa conforme a la forma, sino al propósito.

Si se ha cometido un error, es decir, si se ha buscado la dirección del ego, el Espíritu Santo lo corregirá. Si se ha hecho Su Voluntad, Él la apoyará. Sólo se nos pide que hagamos lo mejor que podamos al tratar de escuchar Su Voz.

Si hemos seguido la Voz de la verdad, no importa la forma en que pueda evolucionar la relación, la unidad de los Hijos de Dios permanecerá en nuestra conciencia: A quienes Dios ha unido como uno, el ego no los puede desunir”. De ese modo, las lecciones de perdón se habrán aprendido y la paz será el resultado. La culpa proyectada hace que esta paz sea imposible.

Por lo tanto, ninguna relación puede sanarse sin que se preste atención a este problema de culpa.

Sin embargo, no es necesario que ambas partes elijan hacerlo. El perdón es un proceso que ocurre en la mente de uno, puesto que es ahí donde se encuentran los pensamientos de separación y de culpa. Todo lo que se requiere es que uno de los dos pida ayuda para efectuar el cambio. Se necesitan dos para estar de acuerdo en la separación, pero sólo una mente sana para corregirla [deshacerla]:
“El que esté más cuerdo de los dos en el momento en que se perciba la amenaza, debe recordar cuán profundo es su endeudamiento con el otro y cuánta gratitud le debe, y alegrarse de poder pagar esa deuda brindando felicidad a ambos” *
Cuando una pareja tiene problemas, a menudo es uno de los dos quien debe dar el primer paso.
El que esté más cerca de reconocer la verdadera fuente del conflicto debe estar dispuesto a cambiar de una actitud de hallar faltas a una de perdón, y ver los errores de la pareja como una petición de ayuda. Esto puede hacerse únicamente al darse cuenta de que la ayuda que se le ofrece a esta pareja en particular es la misma que Dios le ofrece a uno mismo. Reconocemos que la infelicidad no es atribuible a circunstancias externas sino a la interrumpida relación con Dios (la separación).
 El Perdón y Jesús, Kenneth Wapnick












Texto de Un Curso de Milagros