La Llamada del Amor

Hermano mío, tú eres parte de Dios y parte de mí. Cuando por fin hayas visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto también los nuestros. Vengo a ti de parte de nuestro Padre a ofrecerte todo nuevamente. No lo rechaces a fin de mantener oculta la tenebrosa piedra angular, pues la protección que te ofrece no te puede salvar. Yo te daré la lámpara y te acompañaré. No harás este viaje solo. Te conduciré hasta tu verdadero Padre, Quien, como yo, tiene necesidad de ti. ¿Cómo no ibas a responder jubilosamente a la llamada del amor? *
Debajo de la voz del ego existe una llamada que constantemente hace el Cristo que está en cada uno de nosotros. La llamada es la misma: 
Únete a mí en inocencia y en paz
Únete a mí en Amor, pues
Amor es lo que somos.
Cuando perdonas y ves a tu hermano con la visión de Cristo estás uniéndote a él y reconociendo que no hay diferencias entre él y tú. Son uno, perfecto Amor.
Cada vez que contemplas a tu hermano, Cristo se halla ante ti. Él no se ha marchado porque tus ojos estén cerrados. Mas ¿qué podrías ver si buscas a tu Salvador y lo contemplas con ojos que no ven?
No es a Cristo a quien contemplas cuando miras de esa manera. A quien ves es al "enemigo", a quien confundes con Cristo. Y lo odias porque no puedes ver en él pecado alguno. Tampoco oyes su llamada suplicante, cuyo contenido no cambia sea cual sea la forma en que la llamada se haga, rogándote que te unas a él en inocencia y en paz. Sin embargo, tras los insensatos alaridos del ego, tal es la llamada que Dios le ha encomendado que te haga, a fin de que puedas oír en él Su Llamada a ti, y la contestes devolviéndole a Dios lo que es Suyo.*
Lo único que ves en cada hermano es el reflejo de lo que elegiste que él fuese para ti. ... Mira a tu hermano otra vez, pero con el entendimiento de que él es el camino al Cielo o al infierno, según lo percibas. Y no te olvides de esto: el papel que le adjudiques se te adjudicará a ti, y por el camino que le señales caminarás tú también porque ése es tu juicio acerca de ti mismo.*









Texto de Un Curso de Milagros