La relación Santa

La relación santa, hermosa en su inocencia, llena de fortaleza, y resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para llevar a cabo Su plan. *
En una relación Santa no percibes la ilusión, el error que te impedía ver a tu hermano lo has perdonado porque has comprendido que eso que veías tan sólo era una ilusión, y donde estaba el error ahora hay amor.
Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo. No te preocupes por las tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. Y deja que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que bendices a tu hermano. *
Hacer que todas tus relaciones, por muy breves que sean, sean Santas, es tu tarea, que harás con gusto, pues a medida que perdonas y te unes a tu hermano sanas la mente errada, la que creía ver separación y no unión. 
Cada hermano aparece tal como se le percibe en el instante santo, unido a ti en tu propósito de ser liberado de la culpabilidad. Al ver al Cristo en él, él sana porque contemplas en él lo que hace que tener fe en todos esté justificado eternamente. *
La relación Santa, por lo tanto, une y no separa, es ver al Cristo en tu hermano y al verlo en él lo ves en ti, y te unes en ese instante santo recordando tu verdadera identidad. La visión con la que ves a tu hermano no es la del cuerpo, no interpretas lo que tus ojos puedan ver, ni tampoco interpretas lo que tus oídos puedan escuchar. Es una visión más profunda, es la visión espiritual. Es un instante en el que, tu hermano y tú, experimentan lo mismo. Se conectan, se sienten desde lo más profundo del Ser y, al hacerlo, se conectan con la Totalidad y se abren a Su Amor.
La comunicación tiene que haberse restablecido entre los que se unen, ya que nunca se habrían podido unir a través de sus cuerpos. ¿Qué es lo que los ha unido, entonces? La razón te diría que tuvieron que haberse visto el uno al otro a través de una visión que no era del cuerpo y haberse comunicado en un lenguaje que el cuerpo no habla. No pudo tampoco haber sido una visión o sonido atemorizante lo que tan dulcemente los unió. Fue más bien que cada uno vio en el otro un perfecto refugio donde su Ser podía renacer a salvo y en paz. Así se lo dijo la razón y así lo creyó porque era la verdad. *
Al sentir esa conexión entre tu hermano y tú la verdad se abre en tu conciencia. 
Observa lo que ese instante trajo consigo: el reconocimiento de que "aquello otro" que tú pensabas ser, era sólo una ilusión. Y la verdad brotó instantáneamente, para mostrarte dónde se encuentra tu Ser. Al negar las ilusiones invitas a la verdad, pues al negarlas reconoces que el miedo no significa nada. En el santo hogar donde el miedo es impotente el amor entra dando las gracias, agradecido de ser uno con vosotros que os unisteis para dejarlo entrar. *
Cada vez que te unes a tu hermano y perdonas toda ilusión no sólo reafirmas tu Ser sino que haces que todo ataque desaparezca y que solo te rodee la paz. No puede haber ataque donde hay unidad, allá donde recuerdas tu Totalidad solo hay paz. Ahora entiendes que cada relación Santa es un instrumento de la paz. Y ninguna ilusión puede turbar la paz de una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.

Ésa es tu única función.
Éste es tu papel en la consecución de la paz. Acepta sólo esta función y sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. Los concederá allí donde sean recibidos y se les dé la bienvenida. Utilizará cada uno de ellos en beneficio de la paz. Y ni la más leve sonrisa o la buena voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará desapercibida a Él. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? *









Texto de Un Curso de Milagros