¿Cómo será la religión del futuro?


"El Maestro replicó al momento y convencido:

--Será la religión del espíritu... o no será.

Alguien solicitó detalles:

--La religión del futuro --explicó el Galileo-- será la religión de la experiencia personal.

--¿Y qué ocurrirá con la religión de nuestros padres y ancianos? --se interesó Mateo Leví.

El Maestro fue rotundo:

--Esa religión morirá. Ya está muerta. La falta de evolución la cristalizará.

Y procedió a explicar --a grandes rasgos-- la historia de la religión en el mundo:

--Primero fue la religión del miedo --dijo--. Era la adoración del fuego, del rayo y de la luna. El ser humano sentía miedo. No comprendía el poder de la naturaleza y la adoraba. Después llegó la religión de la autoridad y de la ley. En ella estamos. El ser humano confía en los sacerdotes y en las autoridades religiosas. Se levantan templos y se sacrifican animales para obtener el favor divino. El hombre queda sujeto a la norma escrita u oral. Es la servidumbre moral, aceptada por las criaturas temerosas que prefieren vivir en la comodidad de la obediencia ciega. Es la religión del dogma. Lo aceptas o estás fuera. Después llegará la verdadera religión: la del espíritu...

Todos esperaron --expectantes-- a que el Hijo del Hombre dibujara esa futura religión. Y lo hizo:

--Algún día, cuando ese futuro llegue ---y sonrió, pícaro--, los hombres experimentarán por sí mismos la fantástica y feliz experiencia de la búsqueda del Padre Azul. Y lo harán sin la necesidad de templos, de normas, de libros sagrados, de sacerdotes o de amenazas y castigos. Ésa es la verdadera religión: la del espíritu, la de la entrega, la del amor sin condiciones...

El resplandor rojizo de la hoguera acarició el rostro del Maestro y lo transformó. Y él prosiguió:

--...La religión del espíritu te hará volar... No tendrás que rendir cuentas a nadie; sólo a ti mismo... Tus constantes fracasos serán hallazgos... Un pequeño descubrimiento será la gloria... La soledad será tu premio...La religión del espíritu es la religión del arte, de la belleza, de la búsqueda aparentemente inútil...y, sobre todo, la religión del amor. Si practicas esa religión, amarás por encima de todo y de todos. No importa el resto. No importa el qué dirán, no importará la religión del dogma. Llegará el día en el que aquella religión cristalizada será un difuso recuerdo. ¡Desaprende!

--Ahora entiendo --manifestó Andrés-- por qué nos persiguen...

--Hasta que el hombre no descubra al Padre Azul --prosiguió el Galileo con creciente ardor--, todo será oscuridad, temor y vacilación. Y seguirá sometido a la religión de autoridad. Eso es lo fácil... Será la religión del espíritu la que eleve, definitivamente, a la sociedad y termine con las injusticias. En la religión del espíritu no existe el ansia de poder. En la cristalizada sí, ¡y de qué forma!... En la religión de autoridad muy pocos creen en el amor... Será la religión del espíritu la que llevará a la unión de los pueblos.

--No comprendo, Señor --habló Pedro--. ¿Si fracaso en la religión del espíritu..., triunfo?

--Nada te dará mayor felicidad que un supuesto fracaso en la búsqueda de Ab-bā... ¡Sabes por qué?

Pedro le miró, atónito.

--Porque será tu búsqueda, no la de otros...

Pedro y el resto guardaron silencio. Comprendieron a medias. Y el rabí me dedicó una mirada. Después me guiñó un ojo. Mensaje recibido.

--¿Podrías resumir, Señor, qué es la religión del espíritu? --intervino Tomás.

El rabí inspiró profundamente, contempló las ocho mil estrellas --casi podían tocarse con las manos-- y declaró:

--Lucha, duda, conflicto, valor y amor...

Se puso en pie, alzó los brazos, y gritó con todas sus fuerzas:

--¡¡¡'Ahab!!!...

Y lo dijo en hebreo: ¡¡¡Amor!!! Escuché el rápido aleteo de algunas rapaces nocturnas que escapaban entre los cedros. Y el perfume del bosque se transformó en un delicioso e intenso aroma a mandarina, el símbolo de la ternura.

--¿Qué necesito para practicar esa religión? --se arriesgó el Zelota.

--Curiosidad e inconformismo...

--Pero Moisés...

El comentario del Oso quedó en el aire. El Maestro adivinó las palabras de Bartolomé y se adelantó:

--Esa religión, os lo repito, sólo conduce al pasado.

--Pero los libros sagrados...

El rabí tampoco permitió que fructificara el comentaario de Andrés.

--La religión del espíritu --denunció con valentía-- no necesita libros sagrados...

Rectificó:

--O supuestamente sagrados.. Es la chispa divina, la que os habita, a la que debéis oír... Ése es el gran libro santo.

[...]

Y el Maestro concluyó:

--Dejad, pues, que la nitzutz os guíe... ¡Sentid al Padre Azul!... Y, sobre todo, no tratéis de demostrar que habéis encontrado a Dios... La sociedad no os entendería y, lo que es peor, no lo perdonaría... Dejad que cada cual cumpla su "contrato".

Felipe tenía más dudas. Y se liberó de una de ellas cuando el Galileo se dirigía ya al campamento:

--Señor, ¿y cómo sabremos que alguien ha encontrado al Padre Azul?

El rabí puso sus manos sobre los hombros del intendente y contestó:

--Por sus frutos..." *








Texto de Un Curso de Milagros