14-VIII. El santo lugar de encuentro

UN CURSO DE MILAGROS
CAPÍTULO 14
LAS ENSEÑANZAS EN FAVOR DE LA VERDAD




1. Has escondido en las tinieblas la gloria que Dios te dio, así como el poder con que Él dotó a Su inocente Hijo. Todo ello yace oculto en cada rincón tenebroso, envuelto en culpabilidad y en la obscura negación de la inocencia. Detrás de las sombrías puertas que has cerrado no hay nada porque no hay nada que pueda opacar el regalo de Dios. El que las hayas cerrado es lo que te impide reconocer el poder de Dios que refulge en ti. No destierres el poder de tu mente, sino permite que todo lo que oculta tu gloria sea llevado ante el juicio del Espíritu Santo para que allí quede disuelto. Todo aquel a quien Él quiere salvar para la gloria es salvado para ella. Él le prometió al Padre que tú serías liberado de la pequeñez y llevado a la gloria a través Suyo. Él es completamente fiel a lo que le prometió a Dios, pues comparte con Él la promesa que se le dio para que la compartiese contigo.

2. Él aún la comparte, para tu beneficio. Cualquier otra cosa que te prometa algo diferente, sea grande o pequeño, de mucho o poco valor, Él lo reemplazará con la única promesa que se le dio para que la depositara sobre el altar a tu Padre y a Su Hijo. No hay ningún altar a Dios que no incluya a Su Hijo. Y cualquier cosa que se lleve ante dicho altar que no sea igualmente digna de Ambos, será reemplazada por regalos que sean completamente aceptables tanto para el Padre como para el Hijo. ¿Puedes acaso ofrecerle culpabilidad a Dios? No puedes, entonces, ofrecérsela a Su Hijo. Pues Ellos no están separados, y los regalos que se le hacen a uno, se le hacen al otro. No conoces a Dios porque desconoces esto. Y, sin embargo, conoces a Dios y también sabes esto. Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el Espíritu Santo. Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de encuentro donde Dios, unido a Su Hijo, le habla a Su Hijo a través de Él. La comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. En ti y en el Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes jamás han estado separados. Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. El amor fluye constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen que sea. Y, por lo tanto, así es.

3. No dejes que tu mente vague por corredores sombríos, lejos del centro de la luz. Tú y tu hermano podéis elegir extraviaros, pero sólo os podéis volver a unir a través del Guía que se os ha proporcionado. Él te conducirá sin duda alguna allí donde Dios y Su Hijo esperan tu reconocimiento de Ellos. Ellos están unidos en el propósito de darte el regalo de unidad ante el cual toda separación desaparece. Únete a lo que eres. No puedes unirte a nada, excepto a la realidad. La gloria de Dios y de Su Hijo es ciertamente tuya. Ellos no tienen opuesto, y no hay nada más que puedas otorgarte a ti mismo.

4. No existe substituto para la verdad. Y la verdad hará que esto resulte evidente para ti a medida que se te conduzca al lugar donde has de encontrarte con ella. Y se te conducirá allí mediante una dulce comprensión que no te puede conducir a ninguna otra parte. Donde Dios está, allí estás tú. Ésa es la verdad. Nada puede convertir el conocimiento que Dios te dio en falta de conocimiento. Todo lo que Dios creó conoce a su Creador. Pues así es como el Creador y Sus creaciones crean la creación. En el santo lugar de encuentro el Padre y Sus creaciones están unidos, y junto con ellos lo están también las creaciones de Su Hijo. Hay un solo eslabón que los une a todos y los mantiene en la unidad desde la cual tiene lugar la creación.

5. Él eslabón a través del que el Padre se une a quienes Él da el poder de crear jamás puede ser destruido. El Cielo en sí es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador. Y el Cielo sigue siendo lo que la Voluntad de Dios dispone para ti. No deposites ninguna otra ofrenda sobre tus altares, pues no hay nada que pueda coexistir con el Cielo. Ahí tus insignificantes ofrendas se depositan junto al regalo de Dios, y sólo lo que es digno del Padre es aceptado por el Hijo, a quien va destinado. A quien Dios se da a sí mismo, Dios se ha dado. Tus insignificantes ofrendas desaparecerán del altar donde Él ha depositado la Suya Propia.









Texto de Un Curso de Milagros