18. ¿Cómo se lleva a cabo la corrección?



MANUAL DEL MAESTRO
18. ¿Cómo se lleva a cabo la corrección?


1. Hasta que el maestro de Dios no haya dejado de confundir las interpretaciones con los hechos y las ilusiones con la verdad, no podrá tener lugar una corrección de naturaleza duradera, que es a la única a la que se le puede llamar verdadera corrección. Si discute con su alumno acerca de un pensamiento mágico, ataca dicho pensamiento, trata de probar que es erróneo o demostrar su falsedad, sólo estará dando testimonio de su realidad. Esto conduce inevitablemente a la depresión, pues habrá "probado" tanto a su alumno como a sí mismo que la tarea de ambos es escapar de lo que es real. Y esto es de todo punto imposible. La realidad es inmutable. Los pensamientos mágicos no son sino ilusiones. Pues, de no ser así, la salvación no sería más que el mismo sueño irrealizable de siempre, sólo que con una nueva fachada. El sueño de la salvación, en cambio, tiene un nuevo contenido, y la diferencia entre ambos no estriba sólo en la forma.

2. La lección más importante que los maestros de Dios deben aprender es cómo reaccionar sin ira ante los pensamientos mágicos. Sólo de esta manera pueden proclamar la verdad acerca de sí mismos. El Espíritu Santo puede entonces hablar a través de ellos acerca de la realidad del Hijo de Dios y recordarle al mundo lo que es la impecabilidad: la única condición -inalterada e inalterable- de todo cuanto Dios creó. El Espíritu Santo puede ahora proclamar la Palabra de Dios a oídos atentos y llevar la visión de Cristo a ojos que ven. Ahora Él es libre de enseñarles a todas las mentes lo que ellas en realidad son para que gustosamente le sean devueltas a Él. Y ahora en Su visión y en la Palabra de Dios, se perdona y se pasa por alto completamente la culpabilidad.

3. La ira no hace más que proferir a gritos: "¡La culpabilidad es real!" La realidad queda obliterada cuando esta creencia demente reemplaza a la Palabra de Dios. Ahora son los ojos del cuerpo los que "ven" y sus oídos los únicos que pueden "oír". El limitado espacio que ocupa y su exiguo aliento se convierten en el criterio con el que medir la realidad. Y la verdad se vuelve diminuta e insignificante. La Corrección tiene una sola respuesta para todo esto y para el mundo que se basa en ello: Confundes tus interpretaciones con la verdad, y te equivocas. Mas un error no es un pecado ni tus errores han derrocado a la realidad de su trono. Dios reina para siempre, y sólo Sus leyes imperan sobre ti y sobre el mundo. Su Amor sigue siendo lo único que existe. El miedo es una ilusión, pues tú eres como Dios.

4. Para que el maestro de Dios pueda curar, es esencial, pues, que permita que sus propios errores le sean corregidos. Si siente la más leve irritación al responder a otro, que se dé cuenta de inmediato de que ha hecho una interpretación falsa. Que se dirija entonces a su Eterno Guía interno y deje que sea Él Quien juzgue cuál debe ser su respuesta. De este modo, el maestro de Dios se cura y en su curación su alumno se cura con él. La única responsabilidad del maestro de Dios es aceptar la Expiación para sí mismo. La Expiación es sencillamente la corrección o anulación de los errores. Cuando se haya alcanzado, el maestro de Dios se habrá convertido, por definición, en un obrador de milagros. Sus pecados le habrán sido perdonados, y él ya no se condenará a sí mismo. ¿Cómo podría entonces condenar a otros? ¿Y habría alguien al que su perdón no pudiese curar?   








Texto de Un Curso de Milagros