25. El ejemplo de Jesús




"...de eso se trata: de entregar al hombre un concepto más exacto de Dios... Sí, hijo mío, un Dios nuevo y viejo al mismo tiempo. Un Dios Padre. Un Dios que no precisa nombre. Un Dios sin leyes escritas. Un Dios que no castiga, que no lleva las cuentas de tus obras. Un Dios que no necesita perdonar..., porque no hay nada que perdonar. Un Dios al que puedes y debes hablar de tú a tú. Un Dios que te ha creado inmortal. Que te llevará de la mano cuando mueras. Que te invita a conocerlo, a poseerlo y, sobre todo, a amarlo. Un Dios, como tú haces con tu padre, en el que confiar. Un Dios que te cuida sin tú saberlo. Que te da antes de que aciertes a abrir los labios. Un Dios tan inmenso que es capaz de instalarse en lo más pequeño. "

"Ese Dios se esconde en la experiencia. Y la experiencia es personal. Cada uno vive al Creador a su manera. No hay normas ni leyes. Os lo he dicho. Ese Dios trabaja dentro y lo hace a medida de cada inteligencia y de cada voluntad. No perdáis el tiempo buscando en el exterior. No escuchéis siquiera a los que dicen poseer la verdad. Yo os digo que nadie puede domesticarla y hacerla suya. La verdad, la pequeña parte que ahora podéis distinguir, es libre, dinámica y bella. Si alguien la encadena, si alguien comercia con ella, se aleja." 

"Jesús rezaba como el que conversa con un amigo muy querido. Y lo hacía sobre la marcha: en pie, sentado, tumbado, mientras cocinaba, en pleno baño o en mitad del trabajo... Recuerdo que ese día, cuando interrumpió (?) la «conversación» con el Padre para dar buena cuenta de las provisiones, quien esto escribe, sin poder sujetar la curiosidad, le interrogó sobre aquella extraña forma de orar. 
-¿Extraña? -preguntó a su vez el Hijo del Hombre-. ¿Y por qué extraña? -Digamos que no es muy normal... 
El Galileo adelantó parte de la respuesta con un negativo movimiento de cabeza. Y volvió a interrogarnos. 
-Decidme: ¿qué entendéis vosotros por rezar? 
Ahí nos pilló. Y ambos, humildemente, confesamos que jamás rezábamos. 
El Maestro, entonces, sonriendo, afirmó rotundo:  
-¡Pues ya va siendo hora...! Es muy fácil... La oración, en realidad, no es otra cosa que una charla con la «chispa» que os habita. Vosotros habláis. Conversáis con Él. Exponéis vuestros problemas y, sobre todo, vuestras dudas. Y Él, sencillamente, responde." 
"Entonces -intervine desconcertado-, si no he entendido mal, cuando rezas, cuando hablas con el Jefe, no pides nada... 
-¿Pedir? No, Jasón, con Él, eso es una solemne pérdida de tiempo. Lo habéis oído y lo repetiré muchas veces. Ab-bá es AMOR. Recuerda: con mayúsculas. Él te sostiene y te da... antes de que tú abras los labios. Todo cuanto te rodea, cuanto tienes y puedas tener, es consecuencia de su AMOR." ¡No seáis tontos! Cuando habléis con Él... ¡exprimidlo! ¡Sacadle el jugo! ¡Pedidle únicamente información y respuestas!... En eso no falla." *













Texto de Un Curso de Milagros