26. El ejemplo de Jesús


"¿Morir es dormir?
-Así es, querido amigo. Sólo eso. 
-¿Y después? 
-Después... ¡la vida! La palabra utilizada por el Galileo -hay- no dejaba lugar a dudas. Hay vida. 
-Un momento -se despachó Eliseo, muy consciente de la gravedad de lo que se estaba planteando-, ¿hablas en serio o en parábola? Jesús contuvo la risa. -Muy en serio... 
-¿Seguro? 
-¡Segurísimo! 
-Repítelo otra vez. ¿Es eso cierto? 
El Maestro aguardó unos instantes. Borró todo rastro de sonrisa y con la faz grave, muy grave, exclamó: 
-Yassib! Para ese término arameo, que yo sepa, sólo hay dos traducciones: «cierto» y «verdadero». 
-¡Cierto! -repitió el rabí-, eliminando toda suspicacia. Silencio sepulcral... 
Y nunca mejor dicho. Eliseo y yo nos miramos. Ante semejante y categórica afirmación sólo cabía creer o no creer. El problema era que aquel Hombre jamás mentía. Si Él aseguraba que tras la muerte hay vida... no teníamos alternativa. ¡Hay vida! El ingeniero, sincero, suspiró: 
-¡Cómo nos gustaría creerte! Jesús, entonces, le salió -nos salió- al paso sin titubeos: 
-Vosotros, precisamente, lo sabéis mejor que nadie... ¿A qué vienen ahora esas dudas? 
-Es que es muy fuerte, Señor... 
-Sí, lo sé. Ésa es otra de las razones de mi presencia entre los humanos. Cuando llegue el momento... ya sabéis a qué me refiero, lo verán con sus propios ojos. Verán al Hijo del Hombre resucitado de entre los muertos. Y lo verán con una forma idéntica a la que todos disfrutaréis tras el sueño de la muerte." 
"Mientras viváis sumergidos en el tiempo y en el espacio, no podréis intuir siquiera qué hay más allá, en las regiones del espíritu." 

"—Pero ¿quién eres tú? 
—Te lo he dicho: soy la esperanza. El que me conoce confía." 

"el Hijo del Hombre amaba el silencio. Era su color preferido en el arco iris. «¿Por qué hablar —decía—, si el silencio habla por nosotros...? El silencio es el idioma natal del amor.»" 

"El Padre no está ahí fuera... Entonces, señalando el ancho tórax, aclaró: —... Dios está aquí, en el interior." 

"Y por una vez en mi triste y solitaria vida decidí «confiar», tal y como repetía el Maestro. Fue instantáneo. Al permitir que el Destino siguiera su rumbo, una paz interior tomó tierra en mi espíritu y todo, a mí alrededor, apareció distinto. ¿Era a esto a lo que se refería el Hijo del Hombre cuando hablaba de «dejarlo todo en las manos de Dios»? «Que se haga siempre tu voluntad...»"

 










Texto de Un Curso de Milagros